lunes, 29 de abril de 2013

Prof. Dr. Daniel Kahneman: Cuanto más inteligentes, más proclives a sesgos cognitivos.


Cuanto más inteligentes, más proclives a sesgos cognitivos

El titular resulta contraintuitivo. Como casi todo lo que Daniel Kahneman, premio nobel y uno de lospsicólogos más respetados de nuestro tiempo, nos cuenta en Thinking Fast and Slow, uno de los libros que tengo casi terminado por el escritorio. Su propuesta, trabajada con Amos Tversky y otros psicólogos de la cognición humana, consiste en demostrar cómo de irracionales somos en el fondo, cómo de susceptibles a los más diversos errores cognitivos nos mostramos y cómo la mayor parte del tiempo nos dejamos llevar por el tipo de pensamiento rápido, superficial, aparentemente intuitivo que nos domina la mayor parte del tiempo.
Cuando nos enfrentamos a una nueva situación no evaluamos cuidadosamente la información ni realizamos complicados cálculos estadísticos sino que tomamos uno de los numerosos atajos cognitivos que suelen llevarnos a tomar decisiones erróneas.
Pues bien… un nuevo estudio en el Journal of Personality and Social Psychology  que descubro en The New yorker sugiere que además, contra lo que pudiera parecer, la gente más inteligente es más vulnerable a este tipo de errores en el pensamiento.
La investigación consistía en pasar a 482 participantes un cuestionario con distintos problemas de sesgo clásicos, como los que podéis encontrar en el libro citado de Kahneman. Aquí un ejemplo de los que se citan en la investigación:
Tenemos en un lago  una zona de hojas de nenúfar. Cada día se duplica en tamaño. Si se tarda 48 días en que cubra todo el lago, ¿cuánto tiempo tardará en cubrir la mitad del lago? (Pues sí, parece que lo más fácil es dividir la respuesta por dos, quedando en 24 días. Pues no es correcto, el pensamiento exponencial no es fácil ni intuitivo y … la solución sería 47 días. )
Los resultados eran sorprendentes y mostraban cómo la inteligencia, lo que los investigadores llamaban la sofisticación cognitiva y contra todas las críticas a Kahneman por  investigar lo que muchos pensaban la psicología de la estupidez, correlacionaba con más irracionalidad. En concreto parece que la gente más inteligente era más vulnerable a los errores mentales comunes.  La autoconciencia, además, no ayudaba… y los que eran más conscientes de sus propios fallos cognitivos no tendían a cometerlos en menor medida (precisamente, como veremos, porque estos son inconscientes)
Una de las posibles hipótesis está en considerar la fuerza del “meta-sesgo” de la tendencia natural a asumir que cualquier otra persona es más susceptible de cometer errores cognitivos que nosotros mismos. El denominado sesgo del punto ciego consiste en aquello de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”,  estableciendo una diferencia crucial entre cómo evaluamos a los demás y cómo nos evaluamos a nosotros mismos. En este sentido, cuando consideramos las elecciones irracionales de un extraño nos vemos obligados a confiar en información comportamental, vemos sus fallos desde fuera y somos capaces de detectarlos, pero cuando nos valoramos a nosotros mismos elaboramos las cosas de forma introspectiva. Siendo los motivos de los sesgos mayoritariamente inconscientes, son elusivos precisamente a eso, a la introspección, al autoanálisis y la inteligencia.
Si unimos lo anterior a lo que explicábamos en un post reciente sobre la ignorancia como gran creadora de historias, veremos claramente cómo la introspección puede incluso ser perjudicial, cegando y ayudando a construir historias más elocuentes pero erróneas  a la gente con mayor puntuación en los tests.
¿Se aplica al autoconocimiento más que a cualquier otra forma de conocimiento la máxima socrática de “solo sé que no sé nada” o la sensación subjetiva de que cuanto más se sabe mayor es la sensación de que queda mucho por conocer?  Puede que cuanto más intentemos conocernos a nosotros mismos más nos alejemos de hacerlo…
La anterior sería una posible explicación pero habiendo leído a Kahneman hay detalles que no me cuadran. Según el autor, es infrecuente pero posible es la puesta en marcha de un sistema de pensamiento más reflexivo, consciente, racional que el primero, capaz de detectar los errores y de no cometerlos. Es probable que el tema no se aplique igual a la autoevaluación que a la ajena pero se me ocurre una última explicación para los resultados de la investigación y es que  podría ser que todo se debiese a una cuestión de expectativas sobre la autoeficacia: conocida es la imprecisión de los sistemas de medición de la inteligencia (en este caso S.A.T. y la escala Need for Cognition, que mide la tendencia a implicarse y disfrutar del pensamiento), más desde que se mira a la misma desde un punto de vista simplista en tiempos de multi-inteligencias (de eso hablaremos en un ratito en La Red Innova). A pesar de ello el hecho de pasar un test clásico con buena puntuación genera unas expectativas acerca de uno mismo que pueden hacer a los que puntúan alto excesivamente confiados, procesando problemas con el sistema automático porque se valora que no vale la pena poner de marcha el otro, que se es lo suficientemente inteligente como para dejar que lo automático decia. La gente por debajo o en la media, sin embargo, no se confiaría y trabajaría duro, pondría en marcha los sistemas más “racionales” para resolver las cosas.
En fin… que surge de nuevo la educación emocional como clave. Todo dependerá del autoconcepto porque volviendo a un post anterior, no somos todo lo genios que nos dicen que somos y lo único válido es el valor del esfuerzo.
Además, lo decíamos hace tiempo sobre Gardner y las inteligencias múltiples, la globalización de los conceptos que vivimos nos traerá muchas más,diversas y justas formas de inteligencia… ¿Qué pasará con el talento en una sociedad-red en la que más personas y más diversas tienen más posibilidades, más independientes de los condicionantes de poder tradicionales, de demostrarlo?

 http://www.dreig.eu

viernes, 12 de abril de 2013

Nuevos estudios sobre el funcionamiento del cerebro.

El pasado martes, 2 de abril, el Gobierno de EE.UU. hizo pública la puesta en marcha del proyecto BRAIN (the Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies Initiative (Investigación Cerebral mediante Neurotecnologías Innovadoras de Vanguardia), un estudio cuyo objetivo es lograr un mapa completodel cerebro humano que permita entender su funcionamiento.
Esta ambiciosa iniciativa, dotada con una asignación de más de 100 millones de dólares anuales, contará con la colaboración de un equipo multidisciplinar, en el que participarán también psicólogos.
Uno de los impulsores de este estudio, ha sido Rafael Yuste, científico español, profesor de ciencias biológicas y neurociencias de la Universidad de Columbia (Nueva York) y creador del proyecto piloto Brain Activity Map. Tal y como ha señalado este investigador, la iniciativa pretende “desarrollar técnicas para mapear la actividad completa de los circuitos neuronales".
El interés hacia el avance científico en este campo, está suponiendo una de las prioridades también en Europa, donde el pasado mes de enero, la Unión Europea (UE) anunció la concesión de 1.000 millones de euros, para una investigación destinada a crear un modelo computacional del cerebro.
Este proyecto europeo, denominado The Human Brain Project, contará con la colaboración de al menos 15 países de la UE, entre los que se encuentra España, y recopilará todos los datos existentes sobre investigaciones previas, realizadas desde el ámbito de las neurociencias, de los sistemas computacionales y, especialmente desde la psicología (teorías de la mente, del desarrollo del lenguaje o de las emociones, entre otras).
Tanto EE.UU. como la UE, dejan claro con sendos proyectos, su disposición a seguir avanzando en el estudio de un campo en el que aún quedan muchos interrogantes por resolver, tales como los mecanismos que subyacen al comportamiento normal y patológico, o la manera en que el cerebro influye y está influenciado por la conducta, los procesos cognitivos y el entorno.

Fuente: Asociación Americana de Psicología