Cuanto más inteligentes, más proclives a sesgos cognitivos
El titular resulta
contraintuitivo. Como casi todo lo que Daniel Kahneman, premio nobel y uno de
lospsicólogos más respetados de nuestro tiempo, nos cuenta en Thinking Fast and Slow, uno de los libros que tengo
casi terminado por el escritorio. Su propuesta, trabajada con Amos Tversky y
otros psicólogos de la cognición humana, consiste en demostrar cómo de
irracionales somos en el fondo, cómo de susceptibles a los más diversos errores
cognitivos nos mostramos y cómo la mayor parte del tiempo nos dejamos llevar
por el tipo de pensamiento rápido, superficial, aparentemente intuitivo que nos
domina la mayor parte del tiempo.
Cuando nos enfrentamos a una
nueva situación no evaluamos cuidadosamente la información ni realizamos
complicados cálculos estadísticos sino que tomamos uno de los numerosos atajos
cognitivos que suelen llevarnos a tomar decisiones erróneas.
Pues bien… un nuevo estudio en el Journal of Personality and
Social Psychology que descubro en The New yorker sugiere que además, contra lo que
pudiera parecer, la gente más inteligente es más vulnerable a este tipo de
errores en el pensamiento.
La
investigación consistía en pasar a 482 participantes un cuestionario con
distintos problemas de sesgo clásicos, como los que podéis encontrar en el
libro citado de Kahneman. Aquí un ejemplo de los que se citan en la
investigación:
Tenemos en un lago una
zona de hojas de nenúfar. Cada día se duplica en tamaño. Si se tarda 48 días en
que cubra todo el lago, ¿cuánto tiempo tardará en cubrir la mitad del lago?
(Pues sí, parece que lo más fácil es dividir la respuesta por dos, quedando en
24 días. Pues no es correcto, el pensamiento exponencial no es fácil ni
intuitivo y … la solución sería 47 días. )
Los resultados eran
sorprendentes y mostraban cómo la inteligencia, lo que los investigadores
llamaban la sofisticación cognitiva y contra todas las críticas a Kahneman por
investigar lo que muchos pensaban la psicología de la estupidez, correlacionaba
con más irracionalidad. En concreto parece que la gente más inteligente era más
vulnerable a los errores mentales comunes. La autoconciencia, además, no
ayudaba… y los que eran más conscientes de sus propios fallos cognitivos no
tendían a cometerlos en menor medida (precisamente, como veremos, porque estos
son inconscientes)
Una de las posibles hipótesis está en considerar la fuerza
del “meta-sesgo” de la tendencia natural a asumir que cualquier otra persona es
más susceptible de cometer errores cognitivos que nosotros mismos. El
denominado sesgo del punto ciego consiste en aquello de “ver la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio”, estableciendo una diferencia crucial
entre cómo evaluamos a los demás y cómo nos evaluamos a nosotros mismos. En
este sentido, cuando consideramos las elecciones irracionales de un extraño nos
vemos obligados a confiar en información comportamental, vemos sus fallos desde
fuera y somos capaces de detectarlos, pero cuando nos valoramos a nosotros
mismos elaboramos las cosas de forma introspectiva. Siendo los motivos de los
sesgos mayoritariamente inconscientes, son elusivos precisamente a eso, a la
introspección, al autoanálisis y la inteligencia.
Si unimos lo anterior a lo que explicábamos en un post
reciente sobre la ignorancia como gran creadora de historias, veremos
claramente cómo la introspección puede incluso ser perjudicial, cegando y
ayudando a construir historias más elocuentes pero erróneas a la gente
con mayor puntuación en los tests.
¿Se aplica al autoconocimiento más que a cualquier otra forma
de conocimiento la máxima socrática de “solo sé que no sé nada” o la sensación
subjetiva de que cuanto más se sabe mayor es la sensación de que queda mucho
por conocer? Puede que cuanto más intentemos conocernos a nosotros mismos
más nos alejemos de hacerlo…
La anterior sería una posible explicación pero habiendo leído
a Kahneman hay detalles que no me cuadran. Según el autor, es infrecuente pero
posible es la puesta en marcha de un sistema de pensamiento más reflexivo,
consciente, racional que el primero, capaz de detectar los errores y de no
cometerlos. Es probable que el tema no se aplique igual a la autoevaluación que
a la ajena pero se me ocurre una última explicación para los resultados de la
investigación y es que podría ser que todo se debiese a una cuestión de
expectativas sobre la autoeficacia: conocida es la imprecisión de los sistemas
de medición de la inteligencia (en este caso S.A.T. y la escala Need
for Cognition, que mide la tendencia a implicarse y disfrutar del
pensamiento), más desde que se mira a la misma desde un punto de vista
simplista en tiempos de multi-inteligencias (de eso hablaremos en un ratito en
La Red Innova). A pesar de ello el hecho de pasar un test clásico con buena
puntuación genera unas expectativas acerca de uno mismo que pueden hacer a los
que puntúan alto excesivamente confiados, procesando problemas con el sistema
automático porque se valora que no vale la pena poner de marcha el otro, que se
es lo suficientemente inteligente como para dejar que lo automático decia. La
gente por debajo o en la media, sin embargo, no se confiaría y trabajaría duro,
pondría en marcha los sistemas más “racionales” para resolver las cosas.
En fin… que surge de nuevo la educación emocional como clave.
Todo dependerá del autoconcepto porque volviendo a un post anterior, no somos todo lo genios que nos dicen que somos y lo único
válido es el valor del esfuerzo.
Además, lo decíamos hace tiempo sobre Gardner y las
inteligencias múltiples, la globalización de los conceptos que vivimos nos
traerá muchas más,diversas y justas formas de inteligencia… ¿Qué pasará con el
talento en una sociedad-red en la que más personas y más diversas tienen más
posibilidades, más independientes de los condicionantes de poder tradicionales,
de demostrarlo?
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